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Ser pilo paga para sacar adelante a los papás

“Sin tristeza no hay felicidad porque los opuestos no pueden vivir separados”. Bajo esa premisa, este joven nariñense ha logrado sacar adelante su carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional.

Marcela Díaz Sandoval
31 de enero de 2016 - 12:38 p. m.
Cristian Garavito / El Espectador
Cristian Garavito / El Espectador

Edwin Steven Urbano Castaño es de esos entrevistados que en la primera pregunta ya despeja todas las inquietudes. Nació en San Pablo, un pequeño municipio al norte de Nariño. Hijo de Lucia y Rafael. Ella, ama de casa, y él, agricultor. Tiene 18 años y cursa tercer semestre de Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional gracias al programa Ser Pilo Paga. Una carrera que “tiene todo lo que yo buscaba. Una mezcla de números y ciencias sociales”.

Hablarle de cómo fue esa llegada a Bogotá es entrar en lo más profundo de su alma. Intenta no llorar pero la voz quebrantada lo delata. Por primera vez salía de su pueblo, por primera vez conocía la capital. “Cuando uno viene de una provincia en la que solo hay dos colegios y dos escuelas no se alcanza a imaginar lo grande que es, dimensionarla se vuelve complicado. A pesar de todas las problemáticas sociales que tiene a mí me parece fantástica. Me adapté rápido”.

Lo dice con el agradecimiento de quien tenía quién lo esperara en la Terminal de Transporte y a quien la semana de inducción le pareció el paraíso, aún con todo lo que ella conlleva. No olvida detalles del primer día de clases, pues aunque estaba acostumbrado a las exigencias de la Institución Educativa Antonio Nariño, “cuando el profesor de Cálculo llega y nos da una pequeña introducción y va diciendo ahí les dejo el taller y en dos semanas hay parcial, yo quedé pasmado”.

Venir de una familia en la que las cosas materiales se consiguen después de mucho esfuerzo, le ha enseñado a valorar hasta el más mínimo detalle. “En la casa teníamos lo limitado. Mi mamá siempre me ha dicho que ella nunca me dio lo que yo quería pero sí lo que necesitaba. No había abundancia pero tampoco me faltó nada”. Actualmente vive con la amiga de un primo, cerca de la universidad y aunque no le sobra la plata dice que le alcanza para lo necesario. De la Universidad Nacional, a la que llama “una pequeña Colombia”, ama el campus, las personas que allí se reúnen y las conversaciones que permite tener.

Hoy su felicidad está a 20 horas de camino en bus y su gran sueño mucho más distante: ganarse una beca en alguna institución de Francia con la que la Universidad Nacional tenga convenio para estudiar un posgrado y “mejorar las condiciones de mi familia y las mías”. Mientras lo logra, continúa preparándose para cada examen y trabajo y sigue disfrutando de los espacios de lectura, deporte y recreación que le brinda “la mejor universidad del país”. Todo lo anterior, acompañado de la frase: “Sin tristeza no hay felicidad porque los opuestos no pueden vivir por separado”, eso hace que la carga de cada día sea más liviana.

Por Marcela Díaz Sandoval

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